miércoles, 9 de febrero de 2011

VIENDO A DIOS

Había una vez un pequeño que quería conocer a Dios. El sabía que había que hacer un largo viaje hacia el lugar donde vivía Dios, así que preparó su equipaje de mano con pasteles, y muchas latas de refrescos y comenzó su viaje. Cuando había salido y se encontraba a unos tres bloques de su casa, vio a una mujer mayor. Estaba sentada en el banco de un parque mirando los gorriones. El niño se sentó junto a ella y abrió su bolsa. Se dispuso a tomar una de sus latas de refresco cuando se dio cuenta que la mujer lo miraba enfadada, así que le ofreció un pastel. Ella aceptó y agradecida le sonrió.
Su sonrisa fue tan maravillosa que el quiso verla de nuevo, así que también le ofreció un refresco. Una vez más ella sonrió. ¡El chico era encantador! Y así estuvieron sentados toda la tarde comiendo y sonriendo sin decir una palabra.
Cuando comenzó a oscurecer, el niño se dio cuenta de lo cansado que estaba y quiso volver a casa. Se levantó para irse pero después de dar unos pocos pasos, se dio la vuelta y volvió corriendo hacia la anciana dándole un gran abrazo. Ella le devolvió la mayor de sus sonrisas.
Cuando el niño llegó a casa su madre se sorprendió por el gesto de alegría que traía en la cara. Y le preguntó, “¿Qué te ha hecho tan feliz hoy?” El le contestó.” He almorzado con Dios”. Antes de que su madre pudiera responder añadió,” ¿Sabes que? Ella tenía la sonrisa mas hermosa del mundo”

Mientras tanto, la anciana, también radiante de alegría, volvió a su casa.
Su hijo estaba atónito por el semblante de paz que traía en su cara. Y le preguntó,” ¿Madre, que te ha hecho tan feliz hoy?” Ella contestó, he comido pasteles con Dios en el parque”. Y antes de que su hijo pudiera replicar, ella añadió, “¿Sabes? Él es mucho más joven de lo que yo esperaba.


Esta historia me recuerda que hace apenas un año conocí a una persona  que  me hizo sentir que había estado con Dios.

Un tiempo después sé que Dios vive conmigo.

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